2 Apenas salió Jesús del bote, llegó a recibirlo un hombre que tenía un espíritu maligno^. Venía de las tumbas,3 donde vivía. Ni siquiera con cadenas lo podían sujetar.4 Varias veces le habían encadenado las manos y le habían puesto hierros en los pies, pero el hombre rompía las cadenas y destrozaba los hierros. Nadie podía controlarlo.5 Vagaba por las colinas y las cuevas de día y de noche, siempre gritando y cortándose con piedras.6 Cuando el hombre vio a Jesús a lo lejos, fue a él corriendo, se postró ante él7 y gritando muy fuerte le dijo: —¿Qué quieres de mí, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? En el nombre de Dios, te suplico que no me atormentes.